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Buen Ánimo y Salud: El Impresionante Efecto del Positivismo sobre Nuestra Inmunidad

Buen Ánimo y Salud: El Impresionante Efecto del Positivismo sobre Nuestra Inmunidad

“Si no nos mata el virus, nos matará el miedo”. Lo hemos oído decenas de veces desde marzo pasado, en que se declaró la pandemia del coronavirus. Y aunque suena dramático, tiene más sentido del que pensamos, pues se ha comprobado que la forma en que nos sentimos frente al mundo y sus circunstancias influye muchísimo en nuestra salud. Dicho de otra manera, depende mucho de cómo manejamos o sobrellevamos las emociones, ya sea positiva o negativamente, el que logremos superar una enfermedad o aprendamos a lidiar con un desafío.

Ya sabemos que el estrés, la depresión y la soledad deterioran nuestra salud, pues desencadenan una serie de reacciones químicas en nuestro organismo, como mayor cantidad de ciertas hormonas, como el cortisol, que en exceso son perjudiciales. Sin embargo, ahora diversas investigaciones han probado que además, las emociones “negativas” no nos ayudan a enfrentar un problema de salud porque no generan las respuestas adecuadas por parte de nuestro sistema inmune.

Desde hace décadas que, paulatinamente, algunos pioneros y valientes expertos se han atrevido a mencionar el poder que tendría el sistema nervioso —que determina nuestras emociones y estado anímico— sobre la manifestación de nuestra capacidad inmunitaria. Y aunque todavía existan muchos incrédulos, cada día se muestran más investigaciones que lo confirman. No solo eso, también demuestran que esa relación funciona en ambas direcciones.

Por ejemplo, en 1983 la revista Journal of Neurology publicó un artículo en el que explicaba cómo el sistema inmunológico puede interferir con la función cerebral y viceversa. En este decía que enfermedades de tipo inflamatorio del cerebro, tales como ataques epilépticos o meningitis pueden interferir en la barrera que protege el sistema nervioso. Y a su vez, el sistema nervioso también influye en la respuesta inmune a través de la secreción de hormonas o de la manera en que funcionan algunos neurotransmisores.

Un estudio publicado el año 2003 confirma esta relación entre los dos sistemas, debido a que existe una impresionante red de comunicación que los conecta y que está relacionada al estrés. Señala, que entre otras cosas, los factores estresantes pueden cambiar la respuesta del sistema inmunológico, porque modifican los receptores de las células relacionadas a la inmunidad.

Otro artículo de revisión realizado en Inglaterra, demuestra la similitud que existe entre la respuesta emocional y la capacidad inmunológica, incluso, sugiere la necesidad de una nueva área científica de investigación: inmunología afectiva.

¿Por qué ponerle atención a estos datos?

Puede que cuando veas estudios e investigaciones te preguntes de qué te sirve saber todo eso y cómo llevar esa información a tu vida diaria. Y ahí está la clave. Nada de esto tiene sentido si no vemos la manera de ponerlo en práctica para mejorar nuestra propia vida y enfrentar mejor las enfermedades.

Llevamos casi doce meses en que a todos, de una u otra forma nos cambió la vida debido al COVID-19. Y aunque hoy, gracias a la investigación constante, estamos viendo nuevos tratamientos que resultan efectivos, comienza a planificarse la vacunación masiva para los próximos meses y de alguna manera, vislumbramos una pequeña luz al final de este largo túnel, para muchas personas el impacto emocional que todo esto les ha generado está lejos de disiparse. Y eso, es quizás uno de los mayores efectos en su salud, no solo hoy en día, sino a futuro.

Muchas, sino la mayoría, está combatiendo no sólo el miedo al contagio, sino la tristeza de la pérdida de algún ser querido, el estrés de las cuentas por pagar, la falta de empleo, la soledad y el distanciamiento social que se hacen eternos, la desesperanza ante un futuro extremadamente incierto, la depresión por lo fue y ya no será igual durante mucho tiempo…¡sobran motivos! E incluso, superando esta pandemia, siempre habrá algo que nos desvíe del camino de la felicidad, la salud y la plenitud, y nos ponga en modo de alerta, encendiendo todas las alarmas del cuerpo, desgastando las defensas y dejándolo a la deriva para un ataque externo o autoinmune.

Las emociones negativas no se expresan solo en rabia, falta de ánimo, mala actitud, tristeza o desgano. La peor parte es que eso desencadena malos hábitos o empeora los que ya teníamos, aumentando el riesgo de enfermarnos. Por ejemplo, está comprobadísimo que se refleja en pésimas decisiones alimenticias, porque empezamos a comer movidos por la ansiedad, no por necesidad o nutrición. Incluso, la actitud también determina el riesgo de muerte de una persona. 

La otra cara de la moneda, es que se ha comprobado que las personas con buena actitud, independientemente de sus recursos económicos, tienen dietas más saludables, lo que a su vez, les ayuda a mejorar su salud. Por eso es tan importante adoptar las medidas a tiempo, que nos ayuden a lograr una mejor calidad de vida, abarcando todos los aspectos.

¿En qué apoyarse para mejorar el buen ánimo y por ende, la salud?

Hoy en día es más común que se reconozca el valor de la “psicología positiva”, que a diferencia de la psicología normal que se enfoca más en los problemas del pasado de una persona, intenta complementarla usando métodos científicos que ayuden a crear una vida más saludable y feliz. Para lograrlo se dedica a trabajar las características psicológicas positivas de la persona como los talentos, intereses y las fortalezas de su carácter, pues según sus investigaciones, estas están vinculadas a una mejor salud.

Aunque en momentos de “baja” anímica no es fácil hacerlo, el más mínimo intento va generando buenos resultados. Y para estar sanos, tan importante como mantener las medidas de prevención, ejercicio, alimentación y buena suplementación a nivel físico, es hacerlo emocional y mentalmente. La idea es dejar de enfatizar lo que se perdió, el pasado, lo que no se tiene o no se puede hacer y apoyarse en cambio, en nuestras fortalezas:

  • Reconocer nuestros talentos y ponerlos a trabajar.

  • Pensar cuáles son nuestros deseos e intereses y crear una lista de pasos para lograrlo. Por ejemplo, estudiar, cambiar de empleo, mudarse de ciudad, etc.

  • Buscar entre nuestras fortalezas para lograrlo o trabajar para reforzarlas. Por ejemplo, cambiando de hábitos, siendo más disciplinados, ordenados, etc.

  • Utilizando herramientas de apoyo como actividades que nos hagan feliz o participando de grupos con intereses similares (por ahora, online).

  • Aprovechando terapias complementarias que puedan apoyar nuestra salud mental y emocional. Muchas de estas son gratuitas y se pueden acceder a través de internet. Por ejemplo, aquí puedes encontrar material como ejercicios y videos que enseñan y explican herramientas para el manejo del trauma y el estrés, desarrollados por expertos en diversas disciplinas tales como psicólogos, psiquiatras y coaches, de la asociación internacional de salud complementaria ACEP (Association For Comprehensive Energy Psychology), las cuales han sido utilizadas en víctimas de catástrofes naturales y crisis políticas o sociales.

Pasará la pandemia y vendrán nuevos desafíos, pero si contamos con una maleta de herramientas de autoayuda y aprendemos a usarlas, podremos superar de mejor manera las enfermedades y las consecuencias que traigan. Ya sabes que sí, ¡se puede!

Seamos más saludables, ¡juntos!

Tus amigos de Santo Remedio

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